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INFORMACION GENERAL

13 de noviembre de 2017

Lo que comemos hoy define nuestra vejez

Una dieta adecuada y ejercicio físico son indispensables para ser un adulto mayor saludable. Cuáles son las necesidades a medida que pasa el tiempo. A qué prestar atención para evitar la malnutrición, tan frecuente.

La expectativa de vida va en aumento. Según estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la Argentina alcanza actualmente un promedio de 76,3 años (72,7 en los varones y 79,9 para las mujeres), lo cual implica que toda la sociedad se enfrente a nuevas situaciones y enfermedades.    Especialistas que participaron del 21º Congreso Internacional de Nutrición, que se llevó a cabo en Buenos Aires en octubre, señalaron que "el gran desafío que enfrenta la medicina moderna es lograr un envejecimiento saludable y tanto la nutrición como la actividad física son claves para alcanzarlo".    Los cambios que constituyen e influyen en el envejecimiento son complejos. En el plano biológico está asociado con la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares. Con el tiempo, estos daños reducen gradualmente las reservas fisiológicas, aumentan el riesgo de muchas enfermedades y disminuyen, en general, la capacidad del individuo. Pero estos cambios no son ni lineales ni uniformes y sólo se asocian vagamente con la edad cronológica de la persona. Así, mientras hay gente que tiene 70 años y goza de un buen funcionamiento físico y mental, hay personas que tienen cierta fragilidad y requieren apoyo considerable para satisfacer sus necesidades básicas siendo aún jóvenes.    "En parte, esto se debe a que muchos de los mecanismos del envejecimiento son aleatorios. Pero también a que esos cambios están fuertemente influenciados por el entorno y el comportamiento de cada individuo", afirmó Mabel Carrera, presidenta del Congreso Internacional de Nutrición, reunión científica que se realizó por primera vez en la Argentina.    La OMS define al "envejecimiento saludable" como el "proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez". Dado que la mayor carga de morbilidad en la edad avanzada se debe a enfermedades no transmisibles, los factores de riesgo de estas afecciones son blancos importantes en la promoción de la salud.    Las estrategias para reducir la carga de discapacidad y mortalidad en la edad avanzada consisten en la adopción de mejores hábitos y el control de los factores de riesgo metabólicos. Por lo tanto, deben comenzar a una edad temprana y continuar a lo largo de toda la vida.    Además, cada vez existen más indicios de que algunos hábitos clave relacionados con la salud, como una nutrición L adecuada, pueden tener gran influencia en la vejez.    Y por nutrición adecuada se entiende aquella que busca un equilibrio y que no es excesiva pero tampoco deficiente. Zulema Stolarza, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición señaló que "generalmente, el envejecimiento viene acompañado de cambios fisiológicos que pueden afectar el estado nutricional. Las deficiencias sensoriales, tales como un menor sentido del gusto o del olfato, o ambos, en muchos casos disminuyen el apetito. Por otro lado, la mala salud bucodental o los problemas dentales pueden producir dificultad para masticar, inflamación de las encías y una dieta monótona de baja calidad, todos factores que aumentan el riesgo de desnutrición".    "Asimismo, puede que se vea afectada la secreción de ácido gástrico, lo que reduce la absorción de hierro y vitamina B12. Y también está la pérdida progresiva de visión y audición, así como la artrosis, que en muchos casos limitan la movilidad y afectan la capacidad de las personas mayores para ir a comprar alimentos y preparar comidas", agregó la especialista.    Estas tendencias aumentan el riesgo de desnutrición en la vejez y, a pesar de que las necesidades calóricas disminuyen con la edad, el requerimiento de la mayoría de los nutrientes se mantiene relativamente sin cambios. La desnutrición en la edad avanzada se manifiesta en una reducción de la masa muscular y ósea y en un mayor riesgo de fragilidad. También se asocia con deterioro de la función cognitiva y de la capacidad para cuidar de uno mismo, y mayor riesgo de dependencia de cuidados.    Para hacer una evaluación nutricional exhaustiva de las personas mayores se deben tomar medidas antropométricas y realizar análisis bioquímicos y evaluaciones nutricionales. Un estudio efectuado en el Reino Unido aplicando estos enfoques integrales reveló que el riesgo de desnutrición proteico-calórica era de entre el 11% y el 19%, y que se acompañaba de deficiencia de vitaminas C y D y bajos niveles de carotinoides.    "Tenemos que trabajar como especialistas en nutrición para integrarnos cada vez mejor en equipos interdisciplinarios y de ese modo abordar al individuo en todas sus dimensiones. Una persona que se recupera de un infarto, alguien con 20 años de diabetes, una persona que está desarrollando incipientemente algún grado de demencia o un adulto mayor sin enfermedades crónicas, todos ellos, tienen requerimientos nutricionales específicos que deben ser atendidos para que lleven la mejor vida posible", mencionó la doctora Graciela Fuente.    "No es un aspecto complementario el hecho de que sus decisiones nutricionales lo están acercando o alejando de un futuro de bienestar. Si hay que tomar medidas para cambiar patrones de alimentación, es necesario hacerlo cuanto antes", destacó. Acciones valiosas    Existen varios tipos de intervenciones eficaces para corregir esos cuadros de desnutrición con el objetivo de retrasar la dependencia de la atención de terceros, mejorar la capacidad intrínseca e invertir estados de salud delicados en personas mayores. Es necesario mejorar la concentración de nutrientes de los alimentos, sobre todo las vitaminas y minerales, pero también es importante tener en cuenta la ingesta calórica y proteica. Se ha demostrado que el asesoramiento nutricional individualizado mejora el estado nutricional de estas personas en 12 semanas.    Zulema Stolarza detalló que, con frecuencia, "el paciente añoso presenta un combo de varias condiciones de salud para las que suele recibir más de un medicamento a la vez, también viene con algunos dolores y achaques, sueño alterado, y en ocasiones con algunas dificultades para movilizarse, lo que le ha hecho perder independencia, y hasta encuentra dificultades para concurrir a la consulta médica".    En algunos ancianos se evidencian determinados cambios psicosociales, impulsados por la vida en soledad con cierto aislamiento social, que puede ir generando cuadros de depresión. Estos factores, sumados a bajos recursos económicos, por ejemplo, dificultan la adopción de hábitos de alimentación saludables.    Para el abordaje de una situación así, Graciela Fuente remarcó que es necesario involucrar a la familia o entorno directo: "La comunicación y empatía entre el paciente, los familiares y todo el equipo de salud es fundamental, es una herramienta fantástica que da resultados muy positivos. Eso implica dedicarle tiempo, pero hace sentir involucrado al paciente. Es la manera en que la persona no sea una cifra, un diagnóstico, y así sea abordada desde toda su humanidad". Lo indispensable    Siempre hay que tener en cuenta la situación de cada persona, pero en líneas generales, puede sugerirse que una ingesta diaria debe tener entre 2.000 y 2.400 calorías distribuidas entre hidratos de carbono (55-60%), proteínas (15-25%) y grasas (20-25%).    La alimentación del adulto mayor debe ser baja en sodio (sin sal agregada, prefiriendo otras especias para condimentar), abundante en fibras y vitaminas (frutas, verduras y granos enteros), rica en calcio (lácteos) y hierro (carnes magras y legumbres).    "El adulto va perdiendo progresivamente masa muscular y fuerza muscular, lo que se conoce como sarcopenia. Esto impacta en su capacidad de hacer actividad física y aumenta la fatiga. Todos estos elementos incrementan el riesgo de caídas, con las potenciales fracturas de cadera o muñeca y toda la morbilidad asociada a esa situación en esta etapa de la vida", insistió Mabel Carrera.    Estar polimedicado puede favorecer la desnutrición, las hipoglucemias y provoca alteraciones en el gusto y el apetito. Con el paso del tiempo, además, pueden aparecer determinadas alteraciones en el aparato digestivo, como problemas de masticación por pérdida de piezas dentarias, dificultades en la deglución, disminución de la motilidad esofágica, retraso en el vaciamiento gástrico y estreñimiento por falta de ejercicio físico y escasa ingesta de líquido.    Los especialistas coincidieron en que la comida debe ser fácil de preparar, estimulante del apetito, bien presentada, apetecible y de consistencia blanda.    Tal como puntualizó Fuente, los seres humanos tenemos que hacer dos cosas indispensables para sobrevivir: respirar oxígeno y nutrirnos con alimentos y agua. Son el combustible que nos permite vivir, crecer y desarrollarnos.    Siguiendo las leyes del Dr. Escudero, el "padre" de la nutrición en nuestro país, "la alimentación, durante toda la vida, debe ser suficiente, completa, armónica y adecuada, prestando atención a qué representan esas características en cada una de las etapas de la vida", destacó al profesional. Pautas en cada etapa    Búsqueda del embarazo: los cuidados comienzan al programar la búsqueda de un hijo, atendiendo el estado nutricional de la madre y suplementando con ácido fólico para prevenir defectos en el cierre del tubo neural del niño.    Gestación: la alimentación de la madre debe procurar un desarrollo adecuado del bebé. El hierro y el calcio son imprescindibles en esta etapa. Al igual que evitar los tóxicos: alcohol y tabaco.    Nacimiento: la leche materna es el alimento por excelencia.    Infancia: en los primeros años de vida se debe cuidar que el aporte calórico sea el adecuado para la edad y es la etapa en la que se van forjando patrones alimentarios que tienden a afianzarse por el resto de la vida. Para prevenir el desarrollo de enfermedades complejas es necesario prestar atención a la cocción de las carnes, la limpieza de vegetales crudos y la contaminación cruzada en los procesos de cocción.    Adolescencia: es de gran importancia el aporte de los nutrientes necesarios para cubrir el significativo crecimiento en peso y talla. Además, la educación en hábitos de vida saludable protege a los jóvenes de las modas alimentarias, el sedentarismo y los hábitos tóxicos.    Adultez: el aporte calórico debe estar acorde a la actividad laboral y la realización de ejercicio físico. También es pertinente atender la ingesta de sodio y su impacto en el riesgo cardiovascular.    Tercera edad: pueden aparecer trastornos en la masticación, en la deglución y en la digestión, que afectan las costumbres de alimentarse de los adultos mayores. Se reducen el apetito y la sed, por eso hay que estar atentos.    "Tenemos un solo cuerpo y los hábitos nutricionales que incorporemos y perpetuemos impactarán en el pronóstico de cómo responderá nuestro organismo en las próximas décadas", concluyó Carrera.

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