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11 de abril de 2020

Al límite de Wuhan: la cuarentena de una santafesina en China

El relato de Sofía Faurie, una docente santafesina que vive a una hora y media del epicentro del coronavirus. Le contó a UNO sobre cómo fue el aislamiento obligatorio en China y la cuarentena que le obligaron a hacer por viajar a Santa Fe. Además, explica qué animales se comen y por qué.

Jueves 09 de Abril de 2020

Sofía Faurie es una santafesina de 26 años que vive en Chongqing, China, desde hace un año y medio. Es una ciudad autónoma que queda a una hora y veinticinco minutos en avión de Wuhan, la gran capital de la provincia Hubei en la zona central de ese país, y que se la conoce como el epicentro del coronavirus a nivel mundial. La semana pasada, luego de casi tres meses, ambos lugares limítrofes –Chongqing y Hubei– comenzaron a levantar las restricciones más duras que llevaron adelante los gobiernos para que el Covid-19 deje de esparcirse entre las personas. La joven le contó a UNO Santa Fe cómo fue su aislamiento y sobre su peripecia para volver allí después de estar de visita en Santa Fe en enero.

Allá las vacaciones de invierno comienzan el 17 de enero. Es la fecha en que hay mucha gente en movimiento porque vuelven a sus pueblos de origen o por turismo. Sofía es economista y trabaja en un jardín de infantes como profesora de inglés. Llegó por primera vez al país oriental hace seis años a través de un intercambio universitario y en 2018 regresó pero para quedarse. Se tomó sus merecidos días de descanso este año y para evitar el aglomeramiento salió el 16 de enero. "Para ese entonces no había nada, pero nada, ni recuerdo haber escuchado algo de una gripe", dice la docente.

"A los cuatro días que me voy, explota todo. Se empieza a conocer más sobre el coronavirus. Antes de irme era todo normal", explica. Al ser consultada por las noticias que se veían en todos los medios internacionales en octubre y noviembre, como la del hospital que se construyó en diez días, Sofía describe desde Chongqing: "Acá tienen mucho control de la información, no nos enteramos de nada de eso. Esas cosas no se hablan. Del hospital me enteré cuando estaba en Santa Fe. Yo trabajo con nenes de dos y tres años, y no había ninguna medida, no se decía nada. Todo el mundo estuvo muy ajeno a eso, hasta el 16 de enero".

La distancia entre Chongqing y Wuhan es de 800 kilómetros. Se llega en una hora y media en avión. Hay vuelos frecuentes a toda hora.

La distancia entre Chongqing y Wuhan es de 800 kilómetros. Se llega en una hora y media en avión. Hay vuelos frecuentes a toda hora.

Cuando llegó a Santa Fe, a los días, sus conocidos comenzaron a preguntarle dónde había estado, si sabía lo que estaba pasando y varios evitaron los mates. "Mi papá no me dejaba salir de la casa, me decían que no me junte con mis amigas. Se notaba una resistencia de la gente a todo lo que venía de China y ahora es al revés", apunta y agrega: "Si ahora voy al supermercado, me miran raro. No quieren saber nada con extranjeros porque asocian que el virus ahora viene de afuera, más allá de que llevo acá ya un mes y medio”.

Hay una discriminación hacia el extranjero ahora. Hay lugares en los que no me dejan entrar, el otro día me pasó cuando quise entrar a un bar que me dijeron que no podía pasar. Voy al gimnasio y nadie quiere estar al lado mío, nadie toca la mancuerna que agarro. O bajo en el ascensor y nadie se sube conmigo", expone. “Mejor así subo más rápido”, ríe pero asegura: “Es horrible, te da bronca”.

En China el aislamiento obligatorio duró seis semanas, desde el 20 de enero hasta el 10 de marzo. Se cerraron todas las fronteras provinciales, y el que se movía de una a otra tenía que hacer cuarentena. Solo Chongqing tiene 30 millones de habitantes y registró un total de 576 casos confirmados, y seis muertes.

"Al principio pasó lo mismo que en Argentina, se vaciaron los supermercados. No los abastecieron de nuevo hasta que se decretó el aislamiento social obligatorio. Quedaron abiertos los súper, las farmacias y hospitales. Acá el urbanismo es distinto. Por ejemplo yo vivo en un complejo, donde hay seis edificios de 33 pisos y en cada piso hay 16 departamentos donde pueden vivir hasta cuatro personas. Es una locura de gente. Como solo hay dos puertas de salida es fácil de controlar el ingreso y egreso de personas. A cada departamento se le dio un calendario, donde marcaba cuáles eran los tres días en los que podía salir. Y solo podía hacerlo una sola persona del núcleo familiar. Así se manejaron dos meses de cuarentena social", relata.

Sobre la seguridad describe que las fuerzas son muy estrictas. "No sé qué pasa si no las cumplís pero seguro vas preso y no salís por largo rato. Para dar una idea, Chongqing es la ciudad más videovigilada del mundo. Te parás en cualquier lugar de la ciudad y hay entre tres o cuatro cámaras vigilándote. No podés dar un paso sin que te estén mirando, es muy difícil romper la cuarentena", asegura.

Hoy el gobierno chino mantiene las fronteras del país cerradas, solo ingresa ayuda humanitaria o científicos. Sofía emprendió su retorno a China a fines de febrero. Tenía una escala en Bélgica, donde quedó varada por dos semanas porque su jefa le pidió por teléfono que por su bien no regresara. Pero como se le terminó el dinero, decidió volver a su casa en Chongqing.

"Nos tomaban la temperatura en el avión cada dos horas. En Europa no había ningún control, pero en China a cada paso. Viajé con barbijos y guantes. Nos hicieron firmar una declaración jurada que decía que no habíamos estado en contacto con gente de Wuhan y que no presentábamos síntomas. En el aeropuerto había control de temperatura cada 200 metros. Además te hacían pasar por un escáner grande que te toma todo el cuerpo y va tirando colores. Si te veían medio rojo, te pasaban a hacer otras pruebas más determinantes", expone.

Sofía Faurie es una santafesina de 26 años que vive en Chongqing, China

Sofía Faurie es una santafesina de 26 años que vive en Chongqing, China

De ahí, como nadie le dio indicaciones de cómo proceder y no tenía síntomas, se tomó un taxi para ir a su casa. "Cuando llego, estaba la policía en la puerta. Me tomaron los datos y tuve que firmar otra declaración que decía que iba a cumplir 15 días de cuarentena en mi departamento. Si tenía síntomas tenía que llamarlos. También si pedía comida o hacía compras. Tenía indicaciones en inglés y en chino, bien claras. Podía usar los espacios comunes del edificio, como el patio o el depósito de residuos", relata antes de detallar cómo, rápidamente todas esas directivas se profundizaron.

"A los tres días me llaman para decirme que había alguien enfermo en el avión", sentencia. A partir de ahí ya no pudo salir del departamento ni para sacar la basura y tenía que reportar su temperatura todos los días antes del mediodía. "Me levantaba y llamaba a la comisaría del barrio para pasarles mi temperatura. Así del 4 al 18 de marzo", cuenta.

En esas dos semanas cerraron las fronteras. Las personas que alcanzaron a ingresar fueron trasladadas desde los aeropuertos en colectivos especiales y los obligaron a pagar los gastos de cuarentena. El gobierno chino dispuso que solo podían hacer la cuarentena en hoteles, y que tenían prohibido regresar a sus hogares. "El precio va de los dos mil hasta los seis mil pesos argentinos por noche. Imposible. Yo llegué y a la semana implementaron eso, zafé", recuerda y asegura: "Vieron que mucha gente empezó a traer el virus de afuera y dijeron basta. Estaba bien. A mí me preguntaron qué taxi me había tomado, pero no me fijé en la patente. Si hubiera tenido el virus lo podría haber contagiado sin saberlo".

En Chongqing se levantó el aislamiento obligatorio la segunda semana de marzo, cuando se le dio el alta al último paciente internado por coronavirus. "No se reportan casos nuevos desde los primeros días de marzo. Se puede decir que hace un mes estamos limpios de coronavirus", informa Sofía.

Cuando se levantó el aislamiento obligatorio, la santafesina contó que no todo volvió a la normalidad: "Primero estaba lo de los tres días para compras, después se podía salir todos los días pero no se permitían visitas a casas. Hasta hace una semana, cuando ingresabas o salías del complejo te tomaban la temperatura. Lo hacía o la policía o la seguridad del edificio. En los supermercados también te tomaban la temperatura".

"Después desarrollaron una aplicación para el celular, que funcionaba con QR, que tiene todos tus datos de salud con tu pasaporte, cuándo llegaste, qué temperatura tuviste y si hiciste o no la cuarentena. Eso te lo pedían en la calle. Si estabas verde eras saludable, amarillo era dudoso y rojo que tenías que estar en un hospital, no en la calle. Eso estuvo vigente un mes y ya no lo piden. Ahora solo hay que usar barbijo", agrega.

Y cuenta: "Ahora se relajaron las medidas, y ya abrieron los shoppings, cines, mercados, bancos, todo lo que te imagines. Los gimnasios y los espacios públicos que estaban vallados abrieron la semana pasada. Lo único que faltan son las escuelas, jardines y universidades. La economía ya está andando otra vez".

A la espera de que se reanude su actividad, sobre los trabajos y la economía, Sofía sostiene: "Por los meses que perdí, me van a pagar solo el 18 por ciento de mi sueldo. Tengo ahorros, y el nivel de precios es muy bajo. Si me administro bien voy a poder vivir con eso. Hubo un montón de locales que quebraron, en mi barrio hay muchos restaurantes y bares que no han podido pagar el alquiler desde enero y cerraron. Los que siguen funcionando no han podido facturar nada. Lo que hizo el gobierno es decretar que a cada trabajador se le tenga que dar al menos el 70 por ciento del sueldo mínimo de la provincia o del municipio. Mi 18 por ciento es un poquito más que eso, pero depende de cada situación del negocio o de la empresa. Pero nadie está cobrando el 100 por ciento".

"Es más, a mí no me pagaron marzo todavía. Llevo tres meses sin pagar el alquiler, no sé cómo no me echaron. Se prohibió el desalojo y echar gente de los trabajos. Otra diferencia es que los chinos tienen la tasa de ahorro más grande del mundo. El chino promedio de lo que gana ahorra el 36 por ciento. Entonces la mayoría tienen con qué vivir, pero es otra cultura y precios y realidad económica. Acá el más pobre sobrevive con el 70 por ciento del salario. El gobierno chino en cuestiones políticas es comunista y en las económicas bastante capitalista, pero no se ve mucho esa diferencia social como en Argentina. Obviamente hay gente que tiene más que otros porque tendrán sus negocios, pero no te vas a encontrar con personas en situación de calle, es muy raro eso", agrega.

Sopa de murciélago.

Sopa de murciélago.

 

fuente: unosantafe

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