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CORONAVIRUS

15 de marzo de 2020

Cómo es estar en Madrid, una ciudad sitiada por el coronavirus

Un periodista de La Capital cuenta desde la capital española el día a día en una metrópoli convertida en uno de los epicentros de la pandemia.

Lo que empezó siendo un viaje de vacaciones fue mutando con el correr de los días en uno de incertidumbre, dudas y una buena dosis de temor debido al coronavirus, el virus que asoló a China en primer lugar, que luego se desparramó por todo el mundo y que impactó con especial crudeza en Italia y en España, ahora transformados en epicentros de la pandemia, según la Organización Mundial de la Salud. España es, detrás de Italia, el país que más infectados tiene en Europa, más de 6000 casos y casi 190 muertos, según el Ministerio de la Sanidad.

En este marco, Madrid es una de las ciudades más afectadas y con los mayores índices de contagio de España.

A esta altura es necesaria una aclaración. Madrid fue la última escala de un viaje programado hace meses por varias ciudades desde donde fuimos siguiendo con atención la evolución del Covid-19, aunque sin dramatizar, especialmente porque en las otras zonas donde estuvimos el ritmo por entonces fue normal, sin alteraciones ni sobresaltos.

La llegada a Madrid nos adentró a las puertas de la crisis. A las pocas horas, el gobierno español decretó el estado de alarma, mediante el cual a partir de las 0 de este sábado todos los "bares, restaurantes y centros comerciales” cerraron sus puertas.

Sólo permanecen abiertos algunos kioscos, lugares que preparan comidas para llevar, supermercados y las farmacias para permitir el abastecimiento de la población. A propósito de estas últimas, en muchos casos improvisaron una especie de cortina de nylon para atender al público y protegerse del posible contagio, hay carteles en las puertas anunciando que “no hay más barbijos, guantes ni alcohol en gel”.

Antes de estas últimas medidas, en Madrid ya no se dictaban clases, los partidos de la liga española de fútbol se disputaban a puertas cerradas, los museos habían cerrado sus puertas y había una mixtura de incertidumbre que ahora fue mutando en preocupación y angustia.

Todo eso genera que una ciudad impactante y bella como Madrid se haya transformado en una impensada postal; una ciudad sitiada por el virus. Una ciudad fantasma, con persianas bajas y negocios cerrados por doquier. Con muy poca gente caminando por las principales calles de la ciudad, como la Gran Vía, o las habitualmente pobladas Plaza Mayor o la Puerta del Sol convertidas en sitios casi desiertos. Si hasta se hace increíble ver transitar a los ómnibus a marcha muy lenta y casi sin pasajeros por las grandes avenidas. Es como estar en un cuento o una película de ficción, pero que, sin embargo, es como dijo Carlos, un taxista, “esto es histórico, es una triste realidad”.

La policía patrulla las calles y por los altavoces recomienda “por razones sanitarias, permanecer en sus casas”, al tiempo que desde la TV y los carteles de publicidad estática qué hay en la vía pública piden: “Sea responsable, quédese en su casa”.

“Nunca en mi vida viví una cosa así en Madrid”, confiesa Isidro, un taxista que nos trajo desde el aeropuerto para confirmar los vuelos de vuelta a la Argentina, puesto que los teléfonos de las aerolíneas están colapsados, aunque en la oficina de Aerolíneas Argentinas había atendiendo una sola persona pese a la emergencia.

Isidro, que compara el movimiento de vehículos en la Gran Vía con un feriado de domingo bien temprano, maneja con guantes, al igual que sus colegas taxistas y la mayoría de los choferes de los micros. Incluso a algunos de los puede ver con barbijos, Una postal que el viernes en la calle se veía poco, pero que este sábado ya se tornó más común entre la poca gente que circulaba por las calles.

“Esto es un huracán silencioso”, advirtió ayer Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, en un discurso a la población.

En virtud de esto, el gobierno ya advirtió que desde este sábado a la noche restringirá al máximo la circulación de las personas en las calles y, lógicamente, también reducirá a la mitad los servicios públicos de transporte a los efectos de limitar el contagio, especialmente si se tiene en cuenta que las autoridades españolas esperan el pico del virus para las próximas dos semanas. Todas estas medidas serán inicialmente por quince días, que es lo que permite la Constitución española sin que pase por el Congreso.

 

 

 

 

 

FUENTE: LA CAPITAL

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