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AGROPECUARIAS

21 de enero de 2018

El consumo de carne porcina crece a una tasa del 10% anual en el país

Un informe de Coninagro destaca que en la Argentina hace cinco años que la demanda de cortes de cerdo aumenta y ya alcanza los 15 kilos por persona cada año

La demanda de bondiola, matambre y costillitas de cerdo se acelera en el país. El consumo de carne fresca porcina, embutidos y fiambres hace cinco años que viene creciendo a una tasa considerable, superior al 10% anual, y ya se ubica en unos 15 kilos por persona cada año, en promedio.

El dato surge de un informe de Coninagro, que analiza a fondo la coyuntura del sector porcino. “El consumo se ve estimulado por los valores de los cortes frescos y por el cambio en los hábitos de consumo, ya que la población reconoce mayores atributos a la carne de cerdo”, destaca el estudio.

Los argentinos comen unos 125 kilos anuales de productos cárnicos. La carne vacuna es la más importante (más de 60 kilos anuales por habitante) y después viene el pollo (cerca de 40 kilos anuales), pero los cortes que más están creciendo son los porcinos.

 

En este escenario, el estudio plantea que el sector porcino tiene un punto a favor y otro en contra. Lo positivo es que la mayor valoración de las cualidades de este tipo de carne le sigue jugando a favor en el incremento del consumo, pero el problema es que los precios de los cortes se han equiparado con los de la carne vacuna, aumentando la competencia entre carnes.

En el aspecto productivo, el ritmo de crecimiento es notable. “Argentina duplicó la producción de carne de cerdo en el transcurso de los últimos 7 años, al pasar de 280.000 toneladas en 2010 a 565.000 toneladas estimadas para 2017”, precisa el informe de Coninagro.

Este incremento se debe en gran parte al aumento de la producción individual por cerda, una cifra que acumula una variación cercana al 50% en la última década.

“Esto permite una mayor eficiencia del sistema productivo y una mejor utilización de los recursos, madres, alimento e instalaciones”, señalan los especialistas de la entidad cooperativa.

El 70% del stock porcino se concentra en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, en la región central del país. En esta tendencia tiene un peso decisivo la cercanía con la zona maicera, uno de los principales insumos de la ración alimentaria. También hay granjas importantes en el centro de Chaco, noreste de La Pampa, centro de San Luis y determinadas zonas de Salta y Formosa.

El la producción de carne de cerdo la alimentación es el principal costo de producción y representa entre el 50% y el 75%, dependiendo del tipo de modelo productivo.

En este momento hay varios factores que preocupan a los productores porcinos. En primer lugar, la evolución de la relación entre el precio del maíz y el capón, una variable determinante para el futuro del sector.

En los últimos meses se agregó la amenaza del ingreso de enfermedades de países exportadores –por ejemplo Estados Unidos- tanto en animales vivos como en productos cárnicos. Es un tema sanitario que inquieta a los productores.

La Argentina hace años que importa carne de cerdo, sobre todo para las fábricas de embutidos y chacinados, pero tras el aumento de la producción local ese volumen se había reducido, al pasar del 14% en 2007 al 6% en 2017.

“Ahora, desde las entidades que agrupan a los productores de cerdos se han manifestado quejas al Gobierno por favorecer la importación de carne, permitiendo que ingresen enfermedades de las cuales la Argentina está libre y que se importe carne congelada y luego se venda descongelada”, advierte Coninagro.

En el caso de las exportaciones, que eran inexistentes hace diez años, en la actualidad representan el 2% de la producción total.

La relación entre el precio del capón y el pechito de cerdo -uno de los cortes típicos- tiene un comportamiento ascendente y consecuente con el aumento inflacionario, que es similar entre el precio pagado al productor (precio capón tipificado) y el precio pagado por el consumidor por los cortes en las carnicerías o góndolas de los supermercados.

Pero el estudio explica que el precio que recibe el productor tiene una marcada estacionalidad, con pisos en el mes de julio y picos en el verano; por ejemplo, cerca de las fiestas de fin de año.

“El precio de góndola también acompaña la suba de valor estacional de cada fin de año para luego estacionarse y desprenderse de la posterior baja en el precio pagado por el capón al productor”, advierte Coninagro.

El consumidor paga por el kilo de pechito de cerdo cinco veces más que lo que cobra el productor por el kilo vivo de capón.

Fuente: CLARIN CAMPO

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