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23 de agosto de 2021

A contramano de la virtualidad, crece la venta de vinilos y tocadiscos

El fenómeno no distingue generaciones ni géneros musicales, a pesar de que son más costosos que los formatos digitales.

Elegir un vinilo en especial –de la batea de una disquería donde hay decenas, de la colección que vuelve a ocupar espacio en algunos hogares, de ese paquete heredado o aparecido en el fondo de un placard–; sentir su peso entre los dedos y colocarlo con cuidado en la bandeja; prestar atención al resultado de cada giro de la púa que traducen los parlantes y al diseño siempre llamativo de la tapa de 32 por 32. Una experiencia solitaria o compartida que excede la escucha para involucrar a los cinco sentidos, y en la última década se multiplica al punto de desafiar la omnipresencia de la virtualidad: el vinilo está de regreso y pisa firme, sin distinción de generaciones ni géneros musicales.

Así lo confirman en dos tradicionales disquerías de Rosario, Utopía Records y Music Shop. A estos reductos del microcentro concurren quienes vivieron la época en que los vinilos eran el soporte privilegiado de la música pero también adolescentes dispuestos a disfrutar los lanzamientos de sus ídolos no solo en formatos digitales y vía streaming. Es que además de las reediciones de títulos clásicos, solistas y bandas actuales apuestan por el disco e incluso surgen productoras nacionales, amén de que se agita el mercado de venta de equipos lectores y accesorios como parlantes y amplificadores. Para sumarse a la movida, eso sí, habrá que contar con fondos: los nuevos tocadiscos valen en promedio 25 mil pesos y los vinilos rondan los cinco mil, ya que la mayoría son importados.

Alberto Puchi Arce, de Utopía, recuerda que los discos analógicos prácticamente se dejaron de fabricar en los noventa, cuando imperaba en la industria el disco compacto o cedé (por su sigla en inglés, CD). Pero en Europa y en Estados Unidos “siguieron en pie compañías chicas, independientes, no las multinacionales; si bien el vinilo pasó del cien al cinco por ciento, no murió del todo. Por una cuestión extraña se empezó a difundir que suena mejor y hace cinco o seis años se puso de moda: si querés estar en la onda, tenés que escuchar vinilo”. Entonces las grandes discográficas se volcaron otra vez a este medio de almacenamiento, apunta Arce desde su emblemático local de calle Maipú al 700.

“Hay más demanda, hoy el vinilo nuevo se vende más que el cedé nuevo”, consiente Luciano García, de Music Shop. “Diez años atrás teníamos una batea con veinte vinilos y ahora debe haber cientos acá adentro. Y cada vez vienen más porque es un producto solicitado, al punto que emparejó bastante al cedé, aunque no se compara con el momento de auge del disco compacto en los noventa”, cuenta el encargado del negocio de Sarmiento al 700, además guitarrista. “No solo compra gente nostálgica, mayores de 40 que quieren recuperar sensaciones, sino chicos para los cuales representa una vivencia distinta, que no conocían. Tienen al alcance el streaming pero el vinilo es un ritual que implica tomarse un tiempo para elegirlo, ponerlo y escucharlo”, resume García, de 41 años.

   

“Compran coleccionistas y audiófilos, es decir aquellos a los que les preocupa el sonido. También chicas de 12, 13 y 14 años que vienen con sus padres a buscar vinilos de artistas pop de moda”, sigue Arce y le pide letra a su hijo Diego, con quien comparte la atención “del boliche”. Entonces aparecen los nombres de Billie Eilish, Olivia Rodrigo y Taylor Swift, a las que ya conocen por Spotify o redes sociales. Si en internet se encuentran muchas obras a mano –o mejor dicho a un click– para leer y escuchar, “el que es fana del libro disfruta de algo importante, igual que el fana del vinilo: lo huele. El tipo cuando corta el celofán lo primero que hace es oler esa mezcla de cartón, plástico y tinta. Es un placer adicional. También se revaloriza el diseño y el arte de tapa. Algunas tapas son maravillosas, se despliegan”, comenta Puchi entusiasmado, y enseguida aclara que para aprovechar esta experiencia nacida en el siglo XX es condición contar con “infraestructura adecuada: una bandeja con buena cápsula, púa, amplificador y bafles”.

“La edad de los que compran vinilos bajó”, continúa García desde Music Shop. “El coleccionista puro es un público aparte que busca cosas más selectas pero el consumo masivo de material es por gente común a la que le gusta la música”, precisa y advierte que el vinilo implica una inversión mínima de unos cinco mil pesos porque proviene en su mayoría del exterior. “Un cedé vale diez o doce dólares, un vinilo veintipico (común, no doble ni ediciones especiales). Nosotros importamos ese material, que está en consonancia con la divisa”, añade en relación a la empresa familiar con más de 30 años de antigüedad.

No muy lejos, en Sarmiento al 900, el dueño de Audio Solutions sitúa la reaparición del vinilo hace una década, de la mano de los disc jockeys. “Con ellos volvió la bandeja giradiscos al mercado, en realidad los DJs que trabajan con bandejas digitales reproducen desde una pista en una computadora o pendrive y hacen movimientos emulando a los tradicionales pero no hay disco físico en los platos”, explica Germán Pezzoto detrás del mostrador, rodeado de micrófonos, cables y bafles. “Tras eso vino la reimpresión de los títulos clásicos y cuando hay lanzamientos, además de los formatos digitales, salen en vinilo. Hoy las bandejas tienen un uso hogareño, profesional y semiprofesional, pero sobre todo doméstico”, agrega.

“Al principio las bandejas eran incomprables, muy caras; al fabricarse en serie resultan más accesibles”, evalúa Pezzoto y muestra valijitas al estilo de las viejas vitrolas, que incluyen parlante, en venta desde 23 mil pesos. Algunas se enchufan y otras vienen con batería recargable, con lo cual se pueden trasladar. “Es lo más económico para quienes quieren escuchar los discos en un solo aparato”, apunta. Por otro lado, los equipos sin sonido propio, es decir que requieren conexión, se cotizan desde los 25 mil pesos aunque la novedad es que hay modelos munidos de dispositivo Bluetooth (inalámbricos): se oyen desde cualquier parlante sin necesidad de cables.

   

“El vinilo reproduce más fielmente los instrumentos, es decir reproduce las frecuencias de tal manera que al oído humano se escucha como si estuvieran sonando en el estudio”, amplía el comerciante y se suma a la conversación el empleado Francisco Rosas, músico multi-instrumentista y estudiante de la licenciatura en Tecnologías Aplicadas al Arte Sonoro, una nueva carrera de la UNR. “Cada pasada es única porque la púa cuando avanza por los surcos los va deteriorando, ínfimamente y mínimamente si la púa es buena, pero en definitiva cada vez que se escucha el vinilo tiene un significado distinto –dice el joven–. Al audio lo podés escuchar infinitas veces y es siempre igual, en cambio el sonido del vinilo es más natural, más cálido; suena con más definición, con más brillo”.

En su materialidad física, el vinilo resulta tan real como el tiempo que insume su consumo, como el tiempo que lo consume cada vez que la aguja lo marca. Tan orgánico que quizás allí resida el secreto de su persistencia, y de su encanto.

Fuente:La Capital

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