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ANáLISIS POLíTICO

22 de febrero de 2021

El imperio de las pasiones

El proceso que culmina con las elecciones de octubre volverá a ser un duelo de tercios entre PJ, Frente Progresista y Juntos por el Cambio. Lifschitz es el único que ya definió ser candidato a senador

Santa Fe vive su presente político bajo el imperio de las emociones. Para analizar la actualidad institucional de la provincia es propicio remontarse muy atrás. En el Tratado Político, texto inacabado escrito en 1675, Spinoza ordena ideas sobre el poder, el derecho y la moral. Y allí despliega sus planteos respecto de cómo los afectos se graban inevitablemente en las acciones políticas. Los afectos nos ayudan a captar las necesidades de la época y preparan al político para la persuasión expresiva para imponer su plan. Estos solo son perjudiciales para Spinoza cuando evitan que nos formemos ideas de lo que realmente ocurre. Cuando se transforman en pasiones.

A veces muchos actos que parecen serenos provienen de pasiones que oscurecen la coyuntura. Un senador se resiste con éxito a una imputación en la Justicia por un delito con el apoyo de la mayoría de sus pares. Bloques legislativos impiden que tenga publicidad irrestricta la presencia de un ministro en la Legislatura que propone explicaciones sobre el tema que más preocupa a la ciudadanía como la seguridad pública. Ese mismo ministro termina teniendo mayor visibilidad por sus evitables refriegas en redes sociales, con lo que dilapida su bien ganado capital intelectual, que por los actos propios de su gestión.

En este escenario se viene el proceso electoral que culminará con las elecciones generales en la que Santa Fe el 24 de octubre renovará sus tres senadores y diez diputados en el Congreso de la Nación. Es un comicio algo raro pero marcará un mapa del estado de los afectos, citando a Spinoza, de la población santafesina en la mitad del mandato Omar Perotti. Una prueba donde no se juega la adhesión o no al gobernador pero donde hay también un test a la administración que le tocó la desgraciada situación de la pandemia, circunstancia pareja para todos los que asumieron en 2019.

Los contendientes

La pulseada que viene entraña para el peronismo provincial una serie de paradojas. Será la primera en una convulsión interna explícita donde un grupo de senadores provinciales ha enfrentado al gobernador negándole leyes o aprobando otras sin consultarlo. Las distinciones se expresan de manera virulenta. Pero todas las partes reivindican la necesidad, “más allá de los nombres propios”, de no dejar un solo dirigente afuera. La conveniencia tiene cara de hereje.

Los nombres instalados inicialmente para renovar son los de los actuales senadores que caducan mandato. Roberto Mirabella es el hombre de mayor confianza de Perotti en tanto María de los Angeles Sacnún es la sostenida por los sectores kirchneristas. Pero dentro del espacio en el que todos postulan la necesidad de la unidad la boleta no está cerrada. Desde el kirchnerismo también cobijan la expectativa de que Agustín Rossi pueda incorporarse en un lugar expectable en la lista. Y hay espacios a los que los actuales senadores no les parecen de lo más representativo del peronismo unido.

El primero en decirlo en voz alta fue el hoy depreciado senador provincial Armando Traferri. Para el sanlorencino la perspectiva de eludir la acción de los fiscales que quieren imputarlo por juego ilegal es la reelección que, como a Menem, le asegure la protección indefinida de sus fueros. En una nota con este diario dijo la semana pasada que Rossi o la vicegobernadora Alejandra Rodenas eran figuras más abarcadoras para los votantes justicialistas que Sacnún o Mirabella. Muchos peronistas no quieren ver ni en foto a Traferri pero no discrepan con su argumento en cuanto que los candidatos expectables son un asunto lejos de estar cerrado.

Brújula

Lo que se irradia desde la Casa Gris pesa en lo que viene. Parece injusto señalarlo en la semana en que Perotti impulsó una iniciativa elogiable y esforzada, con visos de ser un distintivo histórico, como el boleto educativo gratuito, que beneficiará a 500 mil personas. Pero no es una novedad que en la paleta de un peronismo policromático campea, en sus diversos colores, el descontento hacia el gobernador por su estilo y su política concreta. O más bien, como dicen, la falta de ellas. “Perotti ingresó en la Casa Gris sin un proyecto de gobierno y navega en aguas turbulentas y sin brújula”, dijo en este diario hace cinco días el politólogo Hugo Quiroga. El problema no es el diagnóstico del docente de la UNR sino que en la mayor parte del blend que compone el peronismo la mirada se comparte.

“Nosotros necesitamos que le vaya bien al gobernador. Pero su estrategia de reunir a los sectores distintos del partido bajo su postulación en una dinámica de intercambio y de consulta se terminó el 11 de diciembre de 2019. No estuvo mal hablar de lo que recibimos pero la disputa en política se hace con acciones que hablen del futuro. Y con todas las partes participando de una estrategia en la que se conozca lo que se quiere hacer para poder defenderlo”, medita un importante actor del oficialismo actual.

El congreso partidario provincial celebrado a inicios de mes deja refrendada la convergencia en una cosa: el PJ debe integrar su fórmula con el acuerdo de todas sus partes. Pero la incertidumbre aún sobre la realización de las primarias da tiempo para un debate donde los candidatos a senador no se pueden dar por definidos.

El Frente Progresista ya tiene el candidato que se suponía. Miguel Lifschitz confirmó el jueves que disputará una banca en el Senado más allá de que su plan primigenio, intentar volver a la Casa Gris en 2023, sigue inamovible. La idea impulsada por el radicalismo de un frente que aglutine al no peronismo no avanzó ante el socialismo por motivos ideológicos y también pragmáticos: el Partido Socialista no admite la idea de una coalición con el macrismo y le asigna escaso rédito a quedar bajo una bandera antiperonista. Está pendiente definir de que modo se encolumna Pablo Javkin a esta escudería probablemente con algún aporte a la lista de diputado nacional.

El problema del Frente es la incertidumbre de su desempeño en una elección donde actores nacionales de peso, como Cambiemos y el PJ, darán una disputa que se medirá al fin de cuentas con el país como si fuera un distrito único porque sus listas tendrán presencia en todas las provincias. El riesgo de Lifschitz es ser barrido por esa polarización como le pasó a su coalición en 2015 cuando Hermes Binner se postuló a senador y salió cuarto. O como en 2017 cuando ese mismo espacio atrapó una única banca, para Luis Contigiani, de todas las que renovaba.

Es falso que un revés sella el destino inexorable de un dirigente y eso vale para todos. Cristina Kirchner fue derrotada en 2017 por Esteban Bullrich y dos años después factor culminante para que Alberto Fernández conquistara la presidencia. Mauricio Macri fue fulminado en las primarias de hace dos años pero se fue con el 41 por ciento de los votos en la general y, por ejemplo, ganando en Santa Fe. Cada escenario redistribuye las chances porque se juegan cosas distintas. Pero Perotti necesita una buena performance con lo que la calidad de su gestión y la capacidad de integrar a los sectores propios que enfrenta o desatiende gravita. Y Lifschitz quedará bajo una gran interrogación si su espacio, que arriesga con él la carta más fuerte, llega tercero.

La condición

Juntos por el Cambio es el espacio menos descifrable porque depende más que nadie del arrastre del peso nacional que vaya si define. Todavía casi nadie conoce a Albor Cantard que hace cuatro años se impuso holgadamente sobre peronistas y socialistas. La posibilidad de una interna es palpable porque el sector de José Corral y Roy López Molina solo aceptará la unidad con Federico Angelini y Julián Galdeano en un acuerdo programático cuya condición sea desechar cualquier alianza para 2023 con el Frente Progresista. En otro caso habrá compulsa. Lo único que patearía el tablero es la entrada, si deciden participar, de dos nombres de peso: Miguel del Sel o Carlos Reutemann.

El calendario electoral avanza en un proceso donde las pasiones le restan a la política la autoridad que solo tiene cuando resulta legible para la sociedad civil. El peronismo trata de unir sus partes mientras Perotti evita cruzarse con los senadores de su partido cuando va a sus departamentos y estos le hacen naufragar leyes. Legisladores del Frente Progresista piden explicaciones a Marcelo Sain por la inseguridad pero le vedan a la comunidad que siga en directo lo que la autoridad tiene para decirle sobre ese problema con el argumento, paternalista y pueril, de preservarla de un espectáculo indigno.

Frente a la encomiable iniciativa de Perotti sobre el boleto educativo gratuito, la mejor de su gestión, Lifschitz afirmó que todos los gobiernos venideros deberían sostenerlo. ¿Es impensable una misma convergencia en líneas elementales de seguridad pública cuando también de ellas depende el beneficio colectivo? La política no tiene porqué ser pulcra, ni higiénica, ni pacata, ni evitar la revisión del pasado, porque se hace para procesar el conflicto de intereses. Pero sí puede, como en salud o educación, sentar metas comunes en favor del provecho comunitario. Elías Canetti dice que el parlamento en democracia es un campo de batalla encarnizado donde los adversarios han renunciado a matar. Lo decisivo es que los que votan se beneficien de este combate. Y que si hay lucha, que sea visible.

Fuente:La Capital

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