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OPINIÓN

8 de enero de 2021

La Cámpora supo construir poder

Claves. Pese a las criticas permanentes y a la demonización de los grandes medios, la organización kirchnerista gana espacios y construye a futuro

La política argentina ofrece un escenario inédito al ingreso de un año electoral. Hoy por hoy, hay una sola organización política en condiciones de mostrarse lista y preparada para afrontar la discusión por las listas: La Cámpora. Curiosamente, es el gobierno de Santa Fe uno de los pocos que no la convocó.

 Casi todo el periodismo cometió con la estructura que conduce Máximo Kirchner el mismo error que, antes, había perpetrado con Cristina. Uno y otro, se beneficiaron con una máxima de la política: a veces lo importante es que hablen de vos, mal o bien, pero que hablen.

En el periodismo argentino hablar de Cristina hace que los rating’s levantan vuelo. “Es increíble pero es así. Podemos estar por debajo del 1% por ciento, pero empezamos a hablar de ella y las planillas muestran un subidón”, le dijo a La Capital un experimentado periodista que hoy cumple tareas en La Nación+.

  Vale ir hacia atrás, al 2017, momento en que la hoy imbatible líder peronista perdió con Esteban Bullrich. De ahí en más, cuando parecía el final de la ex presidenta, toda la constelación mediática y oficialista construyó un relato y mito a la vez sobre el futuro procesal y ambulatorio de Cristina. El final de la historia es conocido por todos: la mujer se dio el lujo hasta de designar no ya al candidato del Frente de Todos, sino al presidente de la Nación.

 “¿Sabe lo que pasó? Nosotros después del 2017 nos dedicamos a rascarnos el hongo y los kirchnerista se pusieron a hacer política más que nunca”, le comentó a este diario un actual diputado de Juntos por el Cambio que milita en las filas del PRO.

 Después de las elecciones de 2017, algunos medios hablaron hasta de la disolución de La Cámpora. No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió.

  La desaparición de los partidos políticos como único elemento ordenador de la política y, al fin, de las candidaturas, construyó un rompecabezas que, aun hoy, cuesta ordenar. Salvo La Cámpora. El crecimiento no sólo se observa ahora con la ocupación de los cargos más importantes (Pami, Ansés, Aerolíneas Argentinas, Ministerio del Interior, entre otros), sino que tuvo su mojón electoral con el triunfo de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires.

  Subestimado por los factores de poder, Kicillof se alejó de las campañas tradicionales, buscó empatía con los jóvenes (su mayor clientela) y puso en práctica un discurso diferenciado de las elites políticas. Algo que (salvando distancias) ocurrió en otros países. A Donald Trump le duró poco ese mensaje diferenciado del establishment progre de Washington, encerrado en su propio ombligo, pero pudo derrotar a todo un emblema, como era el apellido Clinton. En Brasil, pasó con Jair Bolsonaro.

Buscando otra cosa

No se refiere a linealidades ideológicas (nada tiene que ver Kicillof con Trump y Bolsonaro), sí se refiere a actitudes disruptivas. La gente que vota se hartó de determinados estilos. Pero no es lo único.

  La Cámpora, una construcción de Néstor Kirchner destinada a prestarle cierta movilización juvenil en momentos en que nadie se movilizaba por Kirchner, creó un mito de formación de izquierda, que venía a comerse los chicos crudos. Esa construcción que hicieron los medios más grandes produjeron el efecto contrario.

  Se observa ahora el fraude: Máximo es un pibe que sabe hacer política, además de jugar al Fifa21 en la Play, y la organización tiene cuadros que le permiten hasta hacerse cargo de la embajada argentina en China.

  Así como Néstor consideraba que el PJ era una cáscara vacía y Cristina hablaba del “pejotismo”, el hijo quiere ser presidente del peronismo bonaerense y ganarles las internas abiertas a los caciques del conurbano. Léase esto: durante la Gobernación de María Eugenia Vidal, por un proyecto de Sergio Massa, se decidió en la Legislatura que todos los intendentes y legisladores provinciales no tendrán más de una reelección. Una muy buena medida.

  A la hora de aplicarse esa ley (las elecciones de este año) los adalides de la vieja política quieren derrumbar esa opción por miedo a que La Cámpora ocupe sus lugares. Incluso, el presidente pareció ubicarse al lado de los intendentes. Los que quieren mejor política deberían no solo defender la limitación temporal de cargos, sino avanzar para que se instale en todos lados.

  Cristina tiene un plan de obras que puede resultar o no factible, según sea la labor del actual gobierno: Kicillof a la Presidencia, Máximo a la Gobernación. La no aparición del albertismo y la ausencia de una liga de gobernadores que confronte con el kirchnerismo hace viable esa aspiración de la vice.

  Podría decirse, en referencia a La Cámpora, que cobra sentido aquella frase de Perón: “No es que nosotros seamos buenos, sino que los otros son peores”. Nada hizo la oposición para construir una estructura que renueve la dirigencia. Hasta Horacio Rodríguez Larreta (potencial aspirante a la Presidencia) se aleja de “lo nuevo”. Y hay engendros políticos, como Victoria Donda, que pueden tener almanaque a favor pero son peores que los señalados como “lo nuevo”.

  A eso prestó atención el gurú radical Enrique Coti Nosiglia, quien estuvo dialogando media hora a solas con Pablo Javkin. Mientras la oposición debe construir todo, La Cámpora avanza como un pacman.

Fuente:La Capital

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