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OPINIÓN

19 de octubre de 2020

El gobierno salió de caravana para mostrarse vivo

Claves. El peronismo acusó recibo de quienes afirmaban que la oposición le había ganado la calle y se movilizó. El duelo de marchas pone en evidencia la flojera de la clase dirigente para otras cuestiones, urgentes y necesarias

Todo corazón merece su oportunidad. Y ayer, los peronistas le dieron cumplimiento a la suya. Con la sangre en el ojo por la sucesión de movilizaciones opositoras que habían ganado la calle, el oficialismo decidió salir a caravanear en todo el país.

En un país desquiciado, donde los dirigentes en vez de gastar energías en marchas y contramarchas deberían dedicarse a mejorar la calidad de vida de la sociedad, unos y otros prefieren contabilizar autos y camiones. Algunos con la prioridad que le otorgan a la organización transversal vía internet, y los otros poniendo el andamiaje de los aparatos sindicales para llenar algunas calles.

   Hoy volverá el rico a su riqueza y el pobre a su pobreza. Eso si, el señor cura no podrá volver a su misa, porque seguimos en pandemia, aunque no lo noten ni los que se movilizaron ayer ni los que se movilizaron antes.

   El discurso del presidente tampoco dejó huellas interesantes. Sólo una idea trascendió en el discurso: la importancia extrema que el gobierno le da a la unidad, aunque se tenga que aguantar las chicanas del peronismo de Perón que, con Guillermo Moreno como estandarte, alinea al presidente y su gabinete con progresismos varios.

El “progreperonismo”

Fernández sabe, como lo debe saber Omar Perotti en Santa Fe, que la viabilidad del peronismo en el poder esta vez tiene que ver con muchos sectores que fueron refractarios históricamente al PJ pero que ahora se arrimaron al calor del poder. “El Frepasito tardío”, diría el escritor Jorge Asís.

   El peronismo encontró en “la unidad en la diversidad” una hermosa floritura para ganar las elecciones, gobernar y ganar elecciones. Como las ganará en 2021 si la oposición sigue a pie juntillas las tácticas de Mauricio Macri, quien busca dividir hasta al propio PRO, con sus críticas a Rogelio Frigerio, el mejor ministro que tuvo esa administración.

   Lo demás es discutible, es verdad que Macri nunca soportó a Emilio Monzó, a quien siempre vio como un personaje “del microclima” político. Se lo dijo a La Capital hace un par de años en el despacho presidencial de Balcarce 50.

   De regreso a octubre, y con la mirada puesta en el octubre que viene, el peronismo está convencido de que será imbatible con tres elementos clave: vacuna, subsidios y máxima presencia estatal. Fernández comenzó a federalizar la gestión, como lo pudieron comprobar Perotti y Pablo Javkin, a quienes, entre otros, el jefe del Estado invitó a Oivos para oficializar el destino de 3.000 millones de pesos destinados a seguridad.

   El próximo paso camino a la unidad lo dará el gobernador, que busca llegar a un punto de encuentro con los senadores de su partido para que le voten la ley de seguridad. Está convencido el titular de la Casa Gris que Miguel Lifschitz le alineará a los diputados de la bancada mayoritaria para que Marcelo Saín gane la partida y tenga su propia reforma policial. ¿Será así?

   Pero eso es letra para otro momento. Hoy, es el tiempo de volver a los ecos de la calle que dejó la caravana peronista. “Acá estamos”, parecieron decir los organizadores, frente a opiniones independientes que mensuraban con sorpresa que por primera vez, desde 1983, le habían ganado la calle al peronismo.

   Pero esta historia continuará: ayer, una fuente de primer nivel de Juntos por el Cambio admitió que la realidad se encargará de ponerle fecha a una próxima marcha opositora. Como si la política fuese en loop estúpido, capaz de entretenerse en pavadas pero no avanzar hacia lo importante.

Lo que importa

Marcha va, marcha viene, Argentina tiene casi el 50% de su población viviendo en la pobreza, el salario real cae a niveles de los países más pobres del mundo y la inflación no se detiene. Lo del dólar ya es un lugar común.

   Si toda la adrenalina movilizadora fuese puesta al servicio de un pacto social en serio, contundente y a mediano plazo, Argentina tendría mejores capacidades para involucrarse en un proyecto confiable para las inversiones, entre otras opciones que se necesitan. Creer que de esta crisis se saldrá haciendo la nuestra es un nuevo espejo que devuelve historias pasadas.

   La mala noticia es que próximamente empieza la campaña electoral y todo quedará reducido a discursos de ocasión. Un buen dato es que las marchas de ayer fueron sin violencia, con un sentido ejemplar de la concordia. En su fuero más intimo, los peronistas saben que la frase de Perón (“a este país lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”) es de una contundencia empírica imposible de dejar de lado.

   El otro gran dato fue la ausencia de Cristina Kirchner. Sabedora de que los grandes personajes a veces causan más impacto por su silencio que por su presencia mediática, la vicepresidenta se guardó para otras paradas. La ex presidente conoce que su figura esmerila a su propio presidente, que tienen talles distintos. Y le deja el centro.

   ¿Cristina repetirá su acción estratégica buscando un Fernández conjetural para 2023 (¿Sergio Massa?) o apostará a alguien de la casa? La respuesta a esa pregunta es más importante que cualquier juego de arena en el mientras tanto.

Fuente:La Capital

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